miércoles, 3 de diciembre de 2008

LAS LÁGRIMAS DE DIOS

Santa Ana, la Virgen y el Niño____Leonardo Da Vinci


De preparación a la Navidad voy a copiar , intercalándolos con otras ocurrencias,algunos capítulos del libro EL BELÉN QUE PUSO DIOS, escrito por Enrique Monasterio. Libro que no puedo dejar de leer cada año, por dos motivos: el primero porque es de una ternura que mueve a cualquier persona, por fría y dura que quiera aparentar. Y el segundo porque es el libro que me acompañó la última Navidad que pasé con mi padre, cuidándole, antes de que se nos fuera a ese otro Belén de las alturas,

El capítulo elegido se llama:

LAS LÁGRIMAS DE DIOS


Fue un viento helado que parecía llegar de otro mundo: de algun lugar alejado de Yavé. Hasta los ángeles sentimos el escalofrío:fue un sobresalto; como si por un instante, el pánico hubiese logrado forzar las puertas del Cielo y se colara por una rendija y ya nadie estuviera a salvo. Nos pareció que la luz desaparecía sin remedio. Algunos dijeron haber oido un grito estridente, otros por el contrario aseguraban que el silencio era como un manto de niebla que cubría la Creación; era una noche sin salida, como una ausencia definitiva; pero ¿de quién? Alguien mencionó palabras que hasta entonces no se habían escuchado jamás: angustia, tristeza, muerte. Palabras recien inventadas que no podían tener cabida en la Gloria. Y, sin embargo, era ineludible que algo semejante acababa de rozarnos y se alejaba.


Miguel, el general de la milicia del Cielo fue el primero en hablar:


_Es igual que aquel día, ¿recordáis?, como si Lucifer cayera de nuevo al abismo. Es otra vez, el pecado.


En la tierra el cambio había comenzado.

Se acorazaron las flores con espinas. Las cigueñas levantaron el vuelo, y empezaron las primeras migraciones de las aves que desde entonces siguen huyendo del Paraiso en busca de la tierra prometida. Se agostaron los manantiales. Temblaron las montañas. las culebras cargaron sus depósitos de veneno y los alacranes afilaron sus aguijones.


El hombre ya no era el rey de la Creación, si no una especie de virus monstruoso y agresivo dentro de un cuerpo sano, que, por ser obra de Yavé, se rebelaba contra su tirano corrompido.

_Vete de aquí. ¿A qué has venido? ¿A maltratarme?

Y nacieron las tormentas, los terremotos, los huracanes...

_Maldito será el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida...

Y el hombre escapó del Edén...Ya conocéis la historia.


En el Cielo, el escalofrío del pecado sólo duró un instante. Pronto volvió esa felicidad indestructible que ni siquiera los ángeles son capaces de describir.

_¿Y Yavé?

Si dijera que Dios lloraba, es posible que alguno de vuestros teólogos se escandalizase.

_¡Dios no llora!, ¡Dios es infinitamente feliz en el Cielo. nada puede alterarle porque es inmutable!

No me atrevo a llevarle la contraria. Los ángeles no estamos acostumbrados a las disputas académicas. Pero ¿Conocéis el significado de vuestras propias palabras cuando habláis de Dios?

Si decís que algo es inmutable, ¿en qué pensáis? ¿en la muerte?; ¿tal vez en una roca siempre idéntica así misma en lo alto del monte? Pues bien, Dios no es una roca: su inmutabilidad no es carencia de vida, sino plenitud.

Y al decir felicidad, ¿sabéis de qué estáis hablando?

De amor, sí. Desde luego esa es la palabra más cercana, aunque sólo aquí arriba alcanzaréis a entenderla del todo. Pero comprendéis que amor es, sobre todo vida, alegría, sufrmiento... ¿Quién puede imaginar un amor de hielo, inmutable, como una roca fría? Dios no es así y su felicidad consiste también en no renunciar al dolor por los que ama.


Por eso lloraba Yavé en lo alto del Cielo, mientras se rebelaba la tierra contra Adán.


Pero tenéis razón, ¡es tan difícil sufrir en la Gloria!. No se conformaba el Señor con que apenas le rozara el viento frio del pecado del hombre: quería sentirlo en su carne. Y mientras ponía su Belén, pensó en desahogar su pena. Y miró la cuna. Y soñó con un fuego dulce que se abría paso por las mejillas del Niño, con un racimo de perlas ardientes que la estrella encendía en reflejos de plata, y se volvían amargas en los labios.

Yavé las llamó lágrimas y las puso, generosamente, en los ojos de Jesús.

4 comentarios:

ARCENDO dijo...

Desde luego, además de ser un pozo de sabiduria, debes de tener en casa una biblioteca de lo más completa. Este párrafo es impresionante, dan ganas de leerse el libro completo. Si puedes informa de la Editorial, y de si es fácil encontrarlo.
Unos cuantos besiños, con permiso de m boina verde preferido.

maria jesus dijo...

He oído hablar mucho de este libro. D. Enrique, de vez en cuando, pone un capítulo en su blog, pero entero no lo he leído. Corregiré este fallo

Militos dijo...

Arcendo: La Editorial es Palabra y se puede comprar en Librerías Troa, antes Neblí, en la calle Serrano 80. Yo creo que merece la pena tenerlo porque viene muy bien para la Navidad y Monasterio tiene un encanto especial escribiendo. El libro es delgado y con una letra muy grande. Se lee enseguida, pero merece la pena saborearlo.
El boina verde no se enfada, mientras sean virtuales.
Besiños

Militos dijo...

María Jesús: no dudes, si puedes tenerlo es un gran sedante para los nervios y los jaleillos de la navidad.
Besitos

Ya te tengo buscada la canción. te la pongo esta tarde