jueves, 16 de enero de 2014

16, Enero, 2014


 
 
 
 
 
 
 
Tengo que hablarte, sé que tengo que hablarte, es otro mes que añadir a los días de tu ausencia y un mes muy doloroso, hemos recorrido  un año desde tu operación, con aquella inquietud tuya y nuestra ante los resultados, pero con tantas oraciones y ofrecimientos que la  esperanza de tu curación primaba por encima de todo.
 
 
 Ay Capitán, si te dijera que en este instante daría lo que fuera para volver a aquellos momentos  ¿Qué pensarías de mi? Soy tremendamente egoísta, para ti se acabó el padecer y eso debería bastarme, pero tengo el alma y el corazón tan debilitados que sólo puedo trascribir la pena honda que aún me acompaña.
 
Me siento como el geranio de mi ventana, solitario y alargándose en busca del sol y la luz que no llega.
¿Recuerdas las bromas que gastábamos con él? Cuando nos íbamos al campo y este blog se quedaba mudo, tú venías a regarlo con tus comentarios para que la planta no secase. Qué esplendor entonces de hojas y flores el suyo, ahora mírale, algo así me siento  yo en estos momentos. Además tengo que contarte que Elisa también se fue, seguro que ya lo sabes. Desde que la operaron, unos días después que a ti, ha sufrido mucho hasta la madrugada de Reyes que abandonó este cuerpo mortal que tantas veces nos causa dolor.
 
Quiero hablarte de su marcha porque tu, en medio de tu dolor, fuiste muy generoso al rezar y ofrecer parte de tu propio padecer por ella . Me conmueve pensarlo y si no sirvió para curarla, como tampoco las oraciones de otros, estoy segura que la ayudaron  a tener la serenidad que tuvo hasta el momento de aceptar que se moría. Ahora, tu Allí y yo aquí, vuelvo a pedirte que ruegues por mi sobrina para que alcance la Gloria y el Padre, nuestro Padre, la acoja en sus brazos. 
 
Querido Capitán, yo sigo aquí, aunque no quiero continuar con mi charla porque otra vez voy a llorar, he venido a nuestra cita del 16 para que veas que te recuerdo  y te quiero   como el primer día ¿Quién puede olvidarte, querido amigo, hermano? Ahora soy yo la que acudo a regar tu Hoja, aunque tiene y conserva tanta savia que se mantiene por si sola.
 
Nunca, nunca, podrá secarse tu Hoja del Arce,
siempre seguirá siendo un milagro bloguero.
 
Descansa en Dios que bien lo mereciste, Capitán