He de confesar una de mis manías, no sé si buena, mala o regular, porque la mayoría de las veces me lleva a la melancolía, el caso es que cuando se aproxima mi cumpleaños, en este mes de noviembre de mis nostalgias y recuerdos, de manera innata me sumerjo en cuantos papeles guardo del pasado. La intención primera es la de ir rompiéndolos, ya que me he pasado la vida rellenando cuadernos personales desde el tiempo inmemorial del colegio, para aliviar en lo posible a mis hijos de esta tarea que les aguarda cuando yo falte. Bien, pues en ella estaba en estos momentos, cuando he encontrado dos hojas ya arrancadas y con cierto tinte sepia que me ha dado pena tirar a la papelera, más que nada porque fueron escritas en un momento de mi vida de un renovado encuentro con Jesucristo. Aunque son de cierta intimidad, me decido a publicarlas en este blog menos frecuentado que el "De Dentro" por si de testimonio sirvieran.
Creo recordar que fueron escritas en un Curso de Retiro Espiritual en Riaza, aunque tal vez fuera en otro lugar.
"Señor, un paisaje como éste es el que en mi adolescencia y primera juventud me acercaba a tí, latía mi corazón y llenaba mis ojos de lágrimas. Era mi natural romántico y sentimental que se recreaba en tu grandeza, ( por el que te doy gracias, Señor porque me gusta), pero entonces me quedaba ahí, no era capaz de sacar de ello un propósito concreto o una norma para mejorar mi vida y mi unión contigo. Hoy, Señor, en esta tarde del 2 de febrero, en la fiesta de tu Presentación en el Templo y Purificación de María; fiesta entrañable para mí por el recuerdo de mi madre, en este atardecer entre los árboles, la puesta del sol que sólo entreveo y reconozco por los colores del cielo, también mi natural romántico que aún conservo, me está haciendo llorar, pero ahora, Señor, soy del Opus Dei, soy Opus Dei, como dice el Padre, y sé que detrás de esto hay mucho más, que no debe ser un momento sensible en que el alma goza, detrás de todo esto estás Tú, Señor que te acercas a mí de modo inesperado.
¿Qué quieres, Señor? ¿Qué debo darte que aún no te haya dado, para lo mucho que me estás dando en este nuevo encuentro? ¿Qué quieres, Señor, Padre mío? Ya sé que es mi santidad personal lo que persigues, pero ¿cómo, en qué forma concreta, en qué propósito, en qué nueva entrega determinada? Si lo quieres todo de mí ¿Por qué es tan difícil dártelo así, entero TODO. ¿Por qué recurrir a una lista de mortificaciones, a dos o tres propósitos? ¿Hasta cuando, Señor has de conformarte con esto de mí, sólo con esto? ¿Hasta la muerte? ¿Hasta ese momento. Dios mío en que me desarraigues de esta naturaleza mía, pobre, miserable, tacaña, por muy sentimental y llorona que Tú la hayas hecho?
No me faltes, mi Dios, Creador y conservador de toda esta maravilla de tierra, no me faltes, Padre mío, para que sepa verte en esta pobretona lista de ofrecimientos y me mantenga en ella, en mi lucha por conseguir la santidad en su cumplimiento o intento firme de cumplimiento.
GRATIAS TIBI, DEUS, POR ESTE ENCUENTRO
PD/ A juzgar por mis preguntas debió de ser al poco tiempo de mi vocación de Opus Dei, que fue en 1978