viernes, 9 de octubre de 2009

TRES PALABRAS


Quiero contaros lo que me sucedió, hace unos días, en la clínica donde operaron a mi marido. Se trata de algo sencillo, nada extraordinario, pero que me impactó. Se trata de tres palabras que guardaré siempre en mi corazón.
Cuando Julio comenzó a pasear por la galería, nos encontramos con una mujer asustada y llorosa por la operación de corazón de su marido, algo más complicado que lo de Julio. Como es lógico intentamos animarla, prometiéndola nuestras oraciones y confirmándola en la excelencia de los cirujanos. Su rostro mostraba ternura y agradecimiento, Se notaba a distancia la necesidad que tenía de apoyo y cariño. Le ofrecimos nuestra habitación por si necesitaba compañía. Al día siguiente, unas horas antes de la intervención del marido, Raquel y yo volvimos a encontrarla, más nerviosa, más preocupada. Nada más preguntarla cómo se encontraba, rompió a hablar a borbotones y sin ningun miramiento nos contó, con pelos y señales, su vida de sufrimiento junto a un hombre al que seguía amando por encima de todo, después de treinta años de dura convivencia. Ansiosa de desahogarse, lo hizo en pleno con dos desconocidas como mi hija y yo.

Dios mío, pensé yo, esto no es más que una pequeña muestra de lo necesitados que están tus hijos, mis hermanos, de una mano amiga, de una mirada de cariño, de una sonrisa a tiempo. sedientos de que detengamos nuestro paso, nuestras prisas para atender al que sin pedirlo te necesita. Intentamos animarla como Dios nos daba a entender, que es la mejor manera de animar a alguien. Instintivamente agradecí a Dios que nos hubiese colocado en ese lugar, en el preciso momento en que ella nos necesitaba.

Nos ofrecimos a lo que quisiera, pero lo único que deseaba era ser escuchada, sin prisas, sin agobios, con la calma que da sentirse alguien para alguien. Unas horas más tarde, cuando dejé a Raquel al cuidado de su padre, volví a verla, estaba hablando por el móvil con algun familiar. Al hacerla una señal con la mano para despedirme, me lanzó un beso con la mano. No me pude contener y me acerqué a darla un beso de verdad. Dejó el móvil, me abrazó y dijo las tres palabras que han motivado este post:

"GRACIAS POR QUERERME".
El piropo más grande y bonito que me han dicho en la vida,
Gracias amiga de un segundo, por dejarte querer.
Gracias por tu cara de niña y tus ojos verdes llorosos.
Gracias porque nunca olvidaré tu mirada de auxilio.
Gracias por la sencillez con que nos abriste tu alma herida.
Gracias porque me dejas rezar por ti.
Sé que no volveré a verte, tus caminos no se cruzarán más con los mios, pero has sido alguien importante para mi.

"GRACIAS POR QUERERME"
Todo un aldabonazo para no pasar indiferente al lado de ningun hermano.
Gracias por hacerme notar esa sensación de que el otro sienta que le quieres. Es un auténtico regalo del Padre, al que rezamos siempre como nuestro, tuyo y mio.
Gracias por dejarme el corazón en carne viva.

7 comentarios:

ARCENDO dijo...

Dices que la anécdota no es extraordinaria, a veces lo más común, suele ser extraordinario, si se pone el corazón en lo que se vive.
Esta sin duda lo fue, lo fue porque Dios quiso colocarte allí en el momento justo y tú (y Raquel) supisteis responder con paciencia y amor. Quien da a uno de estos de beber..., Solo, solo por escuchar, a veces se hace un gran bien, por usar de tu tiempo en el otro, estamos acercándonos a la imagen de Dios que se espera de nosotros.
Tu lo haces.. SIEMPRE.
Por eso, te doy las gracias por esta EXTRAORDINARIA lección de amor y yo también te digo GRACIAS POR QUERERME.
Yo también te quiero.
BESIÑOS.

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Debido a circunstancias especiales, en los últimos años de nuestra vida laborar pusimos un negocio cara al público, mi mujer y yo. Escuchábamos con atención a la clientela que nos contaba todas sus angustias, problemas o soledades. Después de desahogarse, se marchaban como nuevas.
Tanto es así que en una ocasión le dije a mi mujer: Si vuelvo a nacer, pondré una tienda que se llame... "SE ESCUCHA" y tan solo una mesa y dos sillas. Además disfrutaríamos de una enorme ventaja, que el beneficio no tributaría.
Un beso.

Aprendiz dijo...

Que bonito Militos, a veces la gente necesita tan poco para sentirse querida, ya verás, por escucharla solamente. Tu muestra de cariño fue enorme, pero la suya por estas palabras también. Cuántas veces casi nos hemos arrepentido de ayudar a alguien porque luego hemos sentido ingratitud...

Besos.

Raquel YG-I dijo...

Madre la verdad, aún tengo fija en mi memoria la imagen que evocaba la carita de esta mujer tan perdida, sola y necesitada de ser escuchada...no sé que va a pasar con ella bueno, en realidad, las dos lo podemos imaginarlo, injusticias que te trae la vida pero, supongo que algún día tendrá su propia recompensa, sea del calibre que sea. Un besiño madre. Ahhh, yo tb te quiero aunque eso, lo sabes de sobra, no paro de repetírtelo...

Anónimo dijo...

es precioso que alguien se dé y se abra espontáneamente de ese modo, sin esa entrega fácil el amor y la convivencia serían imposibles

gracias por quererme, militos

Tinika dijo...

Uff ¡¡Que fuerte!!...me ha encantado Militos. Hay veces que la necesidad de hablar y que nos escuchen y comprendan es tremenda, por eso el darte las gracias de esa forma no puede sino salir desde lo más hondo. Y yo casi que te digo lo mismo, y añado gracias por estar ahí.
Me alegra ver que Julio sigue su recuperación rodeado de todo vuestro cariño, seguimos aquí amiga dando todo el ánimo que mereceis.
Un beso enorme para todos.

Fran dijo...

Militos, leo ahora este post y no puedo dejar de decirte lo mucho que me ha gustado. Estas cosas son las que dan sentido a la vida.