miércoles, 30 de enero de 2013

ENCENDIDO BALCÓN

 
Balcones de O'Donnell 52, de 1950
 
Esta noche la luz en tu balcón, me dice que no duermes, algo aguardas, como fantasma silencioso quisiera llegar hasta tí, aventar tu desesperanza, tu desánimo abatir, pero temo tu sobresalto, me quedo quieta con la frente y los pensamientos pegados al cristal aguardando un acontecer que nunca ha de llegar.
 
Recuerdo aquellas noches, abriendo el corazón de tú a tú, donde nada enturbiaba la amistad en germen que se abría paso ante mi propia timidez , recuerdo tantas cosas que en presente hoy vuelvo a vivir. Entre nosotros no hubo leve roce ni siquiera las manos estrechamos, sólo aquella mirada tuya que fue cambiando con los años y nunca llegué a entender. Tu risa, tus bromas, tus aventuras relatadas en mis oídos infantiles que tanto me enfadaban, mis riñas de chiquilla que de la vida nada sabía, mis enfados por tu testarudez..., y aquella despedida para hacerte hombre de bien, dijiste. Alegre por tí y entristecida porque tu balcón quedaba vacío,  mientras yo al mío asomaba a las noches de Madrid, en inutil espera de tus confidencias y  de mis riñas al quite.
 
Tu regreso fue tarde, el hueco de aquella amistad fue el amor a rellenarlo;  quería verte, balcón a balcón contarte que ya lo había encontrado y era para siempre a diferencia de los tuyos pasajeros y caducos. Feliz, un día en el paseo cercano a nuestros balcones mi corazón lo delataba sin llegar a los labios, tú te adelantaste para decirme a qué volvías, en tu mirada no había amistad, era una luz distinta que no llegaba a comprender, pero tus labios dijeron lo que yo no esperaba y no dejé terminar. Tarde, era tarde, no pude secar tus lágrimas de hombre, sin pudor derramadas en mi mano extendida que ni en esa noche llegaste a rozar. Desapareció la amistad y no volví a verte, cerrado para siempre aquel balcón que hoy evoco, cerrada aquella amistad del alma que ya nadie volvió a abrir.
 
Esta noche, al ver la luz en tus cristales, mi corazón, niño otra vez, volvió a recrearte queriendo ignorar tu trágico final en cruel accidente que sesgó para siempre la vida aventurera que habías reemprendido y nunca me  volviste  a relatar.
 
Esta noche añoro aquel balcón, aquella amistad.

1 comentario:

Rosa dijo...

No me extraña que lo añores, la amistad es imprescindible, y más como ésta que nos relatas. Muy bonita.

Un beso, querida Militos.