MILAGROS DE LA NATURALEZA

Cuando empieza a caer la tarde, mi ánimo cambia por completo, pero no es que decaiga o se entristezca, me doy cuenta de lo que sucede, es una mutación, no llega de golpe, sino poco a poco, me voy despojando de las capas que las obligaciones diarias han ido cayendo sobre mis hombros, esas capas impermeables que no te dejan traslucir tu propio ser y sentir, capas que te mecanizan, te llevan a superar obstáculos, a sobrevalorar tus fuerzas, a multiplicar tus actuaciones a favor de los demás... Pero cuando el atardecer pierde sus colores, cuando el cielo desempolva su manto negro es como si me cubriera, me hiciera desaparecer a los otros y surgiera una nueva persona, algo así como Jekyll y Hyde en versión buena, ya que ni por asomo siento deseos de hacer daño a nadie, todo lo contrario, los sentimientos apresurados del día se van relentizando. Aparecen nuevos retratos de personas y cosas, aparecen para bien, todos son mejores, todos traen las sonrisas, las caricias que yo esperaba durante el día. Por eso adoro estos momentos de la noche, por eso nunca quiero abandonarlos, son todos tan angelicales cuando duermen, soy yo tan buena cuando así los contemplo, los quiero tánto que no puedo desperdiciar esas anochecidas de amor, envolviéndome entre sábanas. ¡Qué desperdicio!

¡Ay la noche! La noche que transforma al hombre en lobo, al doctor Jekyll en mister Hyde, al cuerdo en loco, al bebedor en borracho, a las esquinadas en objeto mercantil, a mi, aunque de día haya sido un bicho, la noche me vuelve buena, maravillosa criatura.

¡¡MILAGROS DE LA NATURALEZA DE CADA UNO!

MARAVIGLIOSA CREATURA