Viernes, 20 de noviembre de 2009
Una de las cosas buenas que tiene el cada día es que nunca es bueno o malo del todo, como las semanas, los meses, los años, incluso como la vida misma o las personas o el mundo en que vivimos. Lo que ocurre es que lo malo resalta más que lo bueno y se queda pegadito al recuerdo inmediato, sin embargo la memoria del tiempo lejano es mucho más sabia y por lo general, va tachando las cosas malas o molestas para resaltar los bellos recuerdos de la infancia o la juventud. Esto, por supuesto ocurre en las personas normales porque en esos otros resentidos o cenizos, como decía mi madre, nunca supe bien el significado de esta palabra cuando se aplica a personas, sólo almacenan en su corazón, donde tiene lugar el pensar, todo aquello nefasto o penoso cuya culpabilidad se quiere achacar a los demás.
Lo cierto es que esta noche no venía yo aquí a filosofar, sino simplemente a contar mi día de hoy, porque más o menos este blog viene a ser como uno de aquellos diarios que empecé a escribir a los trece o catorce años.
Este 20 Viernes, no comenzó bien del todo porque tuve que anular mi viaje al Puerto de Santamaría, a donde pensaba irme este domingo, a causa de las alteraciones que últimamente tengo en la tensión, con el consabido trastorno de cambio de billetes de Renfe y demás. Sin embargo, con la llegada de mi nieto Gonzalito, en brazos de su padre, como debe ser, ya que la madre tiene bastante con criarle. Respecto a esto me viene un recuerdo de mis primeros años de casada, de hecho sucedió con mi primer hijo, hija en este caso. Paseábamos por las calles estrechas y curvadas de San Fernando, cuantas curvas habría en ellas que al único autobus que recorría el pueblo le apodaban "EL CHULO" por la cantidad de virajes que se veia obligado a hacer el conductor al circular sin subirse a las aceras (he de preguntar a una bloguera que vive por ahí, si aún le aplican ese calificativo). Como iba diciendo, paseábamos por una de esas calles con el cochecito del bebé que su padre conducía maravillosamente, cuando una airada gaditana se encaró conmigo en actitud excomulgante y me gritó:
"Mírala el marido cargando con el coche y ella tan fresca". Ahora la comprendo, la pobrecita no sabía nada de eso de la IGUALDAD ¡Cuánto hemos avanzado en ese terreno!
Ya me he perdido... Ah si, decía que la llegada de mi nieto me alegró la mañana aunque acababa de perder la posibilidad de irme con él, pero en fin... Me hizo mucha ilusión comprobar que no me ha olvidado, le pude coger, besar y hasta hacerle reir, sin que se quejase en nigun momento. La que se enfadó conmigo fue mi hija porque, en un intento de congratularme con él, se me ocurrió decirle:
"Pobrecito mío dentro un mes al colegio, bueno guardería, a sufrir". Casi me lo quita de los brazos diciéndome: "Mamá ¿cómo le dices eso al niño? ya le estás malcriando, al colegio no se va a sufrir, se va a aprender, a hacer amigos, a formarse..." Tuve que recoger velas porque ella tenía razón, aunque con tres meses no creo que se enterase de mucho.
Salvo esta metedura todo fue estupendo y entrañable hasta que se fueron. Hay que repartir el disfrute del niño con la otra abuela, lo comprendo.
Menos mal que luego venía a casa otro de mis nietos, algo mayor, con el que también disfruto a pesar de sus diecisiete años, pero mi gozo en un pozo, nunca pensé que él me diera semejante disgusto. A los pocos segundos de llegar, empiezo a notarle algo raro, no me miraba de frente y sólo me enseñaba un lado de su cara, como a fuerza de experiencia he llegado a tener un sexto sentido en esto de los chavales, le obligué amorosamente a mostrarme el lado oculto de su rostro y ¡oh penar! su oreja roja, roja como un tomate me preocupó: ¿Qué te pasó, te has dado un golpe, te has pegado con alguien...? No me llegaba respuesta alguna, hasta que a fuerza de cavilar, le dije que si aquello era que se había puesto un pendiente como sus amigos. Callaba y negaba, negaba y callaba, hasta que mis lágrimas y mi dolor fue tan patente que dijo la verdad: aquello era la huella de un pendiente que se había quitado para verme. Sé que me pasé, pero téngase en cuenta mi problema tensional. Cómo sería que se lo sacó del bolsillo y lo pisó con toda su fuerza y enfado. Le dije que tampoco era eso, cuando la cosa ya no tenía remedio.
Mi día terminó así, más chafado que el pendiente. ¡Qué me tengan que suceder a mi estas cosas un 20 de noviembre!
Por favor que alguien me consuele.
3 comentarios:
Hola vecinita del tercero, vengo solo a devolverte la visita y a darte mi pañuelo para las lágrimas provocadas por el rey Elvis.
Luego, si puedo vendré a leerte más despacio, pues hoy tengo la casa llena de hijos, amigos y sobrinos.
De momento BESIÑOS CONSOLADORES.
!Pobrecita mía! !Bienvenida al mundo actual!Se lo he contado a mi hijo y se ha partido de risa; el se lo puso, se le puso la oreja como una alcachofa, lo tuvo un mes, y se lo quitó.
Me ha dicho que te diga que no pasa nada, que son cosas que uno hace pero ya está.
Un beso fuerte de abuela a abuela
Gracias María Jesús, cielo, pero mi miedo es que tú no sabes cómo es de perseverante esta familia en sus decisiones. En fin, si tú dices que no tiene importancia esta horterada, pues me resigno.
Besitos, linda
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